sábado, 9 de febrero de 2013

Cada pequeño gesto

   Siempre pecamos de grandilocuentes. Creemos que la felicidad, la crueldad, la belleza, lo maligno... reside en las grandes gestas de otros tiempos o quizás en nuestras ensoñaciones. Pensamos que son otros, los llamados grandes, los que disponen del contenido de esas grandes palabras. Desengáñate, tú eres el único poseedor de ese poder, y cuanto creas en ti o la gente que te rodee así será tu destino.

  El diablo se esconde en los detalles y es una certeza. Una frase agria, un desaire, un pequeño momento de egoísmo puede sembrar envidia, codicia y malestar en los que nos rodean, un empujón a una bola de nieve turbia que acarrearemos todo el día y en la que sumergiremos a todos aquellos que pasen a nuestro lado, ahí reside el "mal".  

   Una caricia, una sonrisa o un comentario amable puede cambiar el mundo. El más pequeño gesto por insignificante que resulte es el desencadenante de todo un domino de fuerzas en el universo. Hoy leí: quién enseña a un niño a no pisar una oruga ayuda más al niño que a la oruga, he ahí la esencia. Los grandes logros se desvanecen en la senda del tiempo, son los pequeños actos cotidianos los que siembran la felicidad en nuestras vidas, el "bien". Disfrutar de un atardecer, lanzar una mirada, cuidar a un animal o regar una planta, saborear ese pastel o refrescarse con esa cerveza, y compartirlo, sobre todo compartirlo. Os invito a vivir en los pequeños gestos que son los que hacen de este mundo algo grande.


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